domingo, 8 de marzo de 2015

MAS ALLA DE LO QUE SENTIMOS

Existen cosas que van mucho más allá de lo visible y razonable; es aquello que sentimos y se escapa a nuestro control.
Aunque nuestro cuerpo nos envía todo tipo de señales para interpretar el alma seguimos tratando de buscar causas racionales a problemas emocionales. Ante emociones que podemos tener enquistadas en nuestro interior, nuestro sistema inmune reacciona, debilitándose a medida que las va procesando. Buscamos soluciones prácticas y curar heridas con tiritas que no dejan cicatrizar el alma.
Esas señales que nos envía el cuerpo nos indican a veces que estamos eligiendo una ruta emocional inadecuada, un camino que no es el apropiado para ser felices. Cada uno de nosotros nacemos con un potencial increíble para desarrollar lo que en esencia somos, pero en ocasiones nos alejamos de aquello que nos proporciona el equilibrio emocional.
¿Qué me pasa? ¿Ante qué reacciono? ¿Qué cosas y personas me alteran y por qué? ¿De dónde viene la insatisfacción que siento con todo? ¿De dónde esa rabia?
Deberíamos preguntarnos también por qué últimamente siempre me duele la cabeza, o la espalda, o la comida me sienta mal; quizá estamos cargando con dudas, con pesos que debemos soltar o tragando cosas que no podemos digerir. Sin embargo, ante cualquier dolor del cuerpo, buscamos una pastilla que lo aplaque y ante cualquier dolor emocional buscamos también una píldora que elimine esa emoción. De hecho entre los fármacos más vendidos se encuentran los antidepresivos y los ansiolíticos. Sin embargo la tristeza no es algo insano que tenga que ser tapado, sino más bien una emoción que, en momentos de nuestra vida, debe ser aceptada y ayudarnos a encontrar el camino hacia otras emociones. La ansiedad no es más que un indicador de alerta que me señala que reacciono excesivamente ante amenazas que en realidad no lo son.
Hoy todo se quiere solucionar rápido y nos olvidamos, sumidos en ese ritmo vertiginoso en el que vivimos inmersos, de sentir las emociones, de vivir. Sentir es entender y avanzar, conviviendo con el sufrimiento y creciendo a través del mismo. Reconociendo y aceptando la angustia se llega a la paz. No rehuyendo el miedo se atraviesa y se supera. Las emociones son todas sanas mientras no nos quedemos permanentemente enganchados a ellas. Por ejemplo, la tristeza en sí misma no tiene por qué ser insana, pero si nos enganchamos a ella se convertirá en una enfermedad, la depresión.
Existe también una clara tendencia en las personas a sentir unas u otras emociones de forma habitual; aquí existen muchas causas que pueden influir en dichos estados emocionales, algunas incluso se escapan a nuestro entendimiento racional y solo uno mismo puede ser capaz de sentir algo diferente a lo que siente. Sin embargo hay un factor condicionante y determinante que influye en nuestro estado emocional que merece especial mención: los padres y, en particular, nuestras madres, el origen de donde venimos y donde misteriosamente se inicia nuestra vida, tal vez mucho antes de lo que somos capaces de alcanzar a pensar. Los sentimientos de nuestra madre ya se filtran por el cordón umbilical de
nuestras vidas y nos dejan un legado emocional de sentimientos que iremos colocando en el puzzle de nuestra andadura vital, repleto de fracasos y éxitos.
Hay un largo camino por recorrer aún para entender nuestra historia emocional y contarnos desde otra perspectiva lo que nos está pasando, ante qué reaccionamos, por qué nos sentimos así o por qué dependemos de otros para ser felices.
El sufrimiento físico o mental solo nos informa de que algo no está funcionando y debemos cambiar la ruta en nuestra vida. Muchas veces somos aquello que esperan los demás de nosotros, alejándonos de aquello que en realidad queremos ser y ya ni sabemos, pues nuestros deseos han quedado enterrados y nuestra alma sepultada en aras de hacer aquello que consideramos correcto o adecuado o que se nos presupone, pero que en absoluto nos hace dichosos y felices, pues no es aquello para lo que hemos nacido en realidad. Todos venimos a este mundo destinados a cumplir algo que nos hará felices. Sin embargo nos alejamos de aquellas emociones básicas que nos colman de felicidad y plenitud personal. Nos alejamos del amor sintiendo miedo a que nos hieran. Nos alejamos de la autonomía emocional dependiendo de otros para ser felices y atribuyendo así a otros nuestras desdichas. Nos alejamos de nuestra creatividad para envidiar lo que otros hacen o tienen y nos alejamos así de la paz en pro de una vida con más y más cosas que nos “satisfacen” momentáneamente y a su vez nos dejan insatisfechos.
Crecer es aceptar el sufrimiento y superarlo, es reconocer el miedo y traspasarlo a pesar de todo, es convencernos que nos hemos equivocado y volver a intentarlo, asumiendo nuestros errores sin tratar de buscar justificaciones en el proceder de los demás.
El camino es largo y con piedras, pero al final puede verse una orilla en calma de aguas cristalinas donde pararse y reposar para tomar aliento y sentir la paz del camino disfrutado y pisado.