martes, 19 de abril de 2016

Ni contigo , ni sin ti, yo no puedo vivir así


Escribo para muchas de vosotras y vosotros, que acudís a consulta preguntando, ¿Qué puedo hacer para sacarlo de mi vida y mis pensamientos? Conocemos a alguien, y si no hemos tenido desde niños nuestros depósitos de amor cargados somos candidatos a sufrir por alguien que nos maltrata con tal de permanecer a su lado por pura dependencia. La costumbre y el apego ejercen en las personas una poderosa influencia, haciendo que no puedan soltar el lastre de relaciones que son perjudiciales. Del mismo modo, el miedo de estas personas al abandono, les hace montar escenas de celos, causadas por su propia inseguridad, que acaban minando cualquier interés que alguien sano pueda tener por compartir su vida con una persona con tan alto grado de dependencia. La persona dependiente construye en torno a su amado/a un pedestal del que no le sabe bajar. Haría cualquier cosa por conservar a su lado a esa persona, aun cuando el otro continúe muchas veces a su lado por pena o costumbre. Para vivir en bienestar y constante crecimiento deberíamos aprender a dejar ir situaciones o personas que no nos aportan calidad de vida. Nos suele costar no aferrarnos a cosas, ya que el ser humano se siente más seguro ante lo conocido. Sin embargo, ante la pérdida de algo a lo que estábamos acostumbrados aparecen temores e incertidumbre.
Parejas que no son felices y siguen juntas, trabajos que amargan la existencia, amistades tóxicas, familia que coarta la libertad, etc…, hay tantísimas situaciones y personas que nos rodean y empeoran nuestro bienestar  y, aun así, a veces nos empeñamos en seguir aferrados a ello….
Muchas veces acuden a la consulta personas preocupadas en cómo olvidarse de esa persona que ya no les quiere. Difícil entender cuando aquello a lo que nos aferramos no es algo que nos aporte amor y felicidad sino algo que nos daba únicamente costumbre y seguridad aparente. Construimos ideales, castillos de naipes en torno a esa persona que nos salvará y nos colmará de una felicidad que solo nosotros mismos podemos darnos. Solo de nuestra propia esencia y de lo que somos podemos nutrir nuestra alma para llegar a ser felices y dichosos. Tratamos constantemente de pedírselo a otros, de aferrarnos, de apegarnos, de llorar por otros, reclamar a otros, exigir que nos den su amor, que reconozcan todo el esfuerzo y sufrimiento que invertimos en ellos. Nuestra manera de responsabilizar a otro de nuestra propia felicidad  no es sino una manera de evadir responsabilidades propias.
Es curioso ver como el modo de elegir nuestras parejas no es más que un intento de cubrir nuestras carencias infantiles de amor. No cabe duda que todas nuestras madres y padres hicieron cuanto pudieron o supieron para darnos su amor en base a lo que ellos recibieron. En materia emocional, si echamos la vista atrás, se le daba escasa importancia a mostrar emociones y afectos sinceros, a dedicar espacios familiares de comunicación donde se expresasen los afectos. Se daba por sentado que tu madre y tu padre te querían y por eso no había que decirlo. Lo que estaba bien ya se sabía y lo que hacíamos mal se repetía hasta que supiésemos hacerlo bien. En esa carencia de refuerzo positivo y de dificultad de expresar el amor sentido algunas personas se sienten con una autoestima adulta pobre que acaba produciendo en ellos una dependencia emocional y la necesidad de reconocimiento de los demás, en especial de la pareja. Con tales exigencias y demandas infantiles, es posible que la pareja se agobie o asfixie más tarde o temprano.
Solo cada uno de nosotros podemos devolvernos el amor, desde la profunda comprensión de que lo que nos dieron es todo cuanto nos pudieron dar nuestros padres y es suficiente. Solo integrándolos a ambos en nuestros corazones desde el amor profundo y el respeto a lo que nos dio la vida podremos respetarnos a nosotros mismos y tener una sana autoestima.
Es importante cuando nuestras relaciones sentimentales fracasan una y otra vez analizar la relación con nuestra madre y nuestro padre y ver si estamos ocupando en ella el papel que nos corresponde como hijos y si los tenemos a ambos integrados de forma amorosa en nuestro corazón. De no ser así, tal vez deberíamos pedir ayuda emocional para poder hacerlo y, con nuestra familia en paz, posiblemente sea el momento de poder formar una nueva, no sin una previa y dificultosa tarea. Construir muros  sin unos cimientos nunca ha sido posible; del mismo modo, construir relaciones de pareja sanas desde la falta de amor a nuestros orígenes y quien nos dio la vida es una tarea, sin duda, destinada al fracaso.
Os animo a todos a sanar el origen del amor en vuestros corazones, dar a nuestros padres un lugar de amor e integrarlos agradeciéndoles que nos dieran la vida y que a pesar de las dificultades que tuviesen siempre hicieran todo cuanto supieron y pudieron por nosotros. Os animo a aceptar que no existen padres perfectos y que los nuestros nos han dado lo suficiente y necesario para poder ser y elegir un futuro desde nuestra responsabilidad de adultos.