lunes, 29 de septiembre de 2008

Los padres como educadores

Los padres son, sin duda, las personas más importantes en la vida de las personas y conforman el primer grupo social al que pertenecemos. Es por tanto a partir ahí como se conforma nuestra personalidad y la manera de relacionarnos con el resto de personas. La educación de nuestros padres influye de manera decisiva en cómo nos sentimos actualmente en nuestras vidas e incluso repetimos de forma automática pautas, comportamientos e incluso frases que ellos decían o hacían.
Para un desarrollo psicológico adecuado es necesaria la aprobación, consideración, atención y aceptación de nuestros padres y de ello dependerá nuestro futuro nivel de autoestima y el cómo nos sintamos en el futuro. La aceptación de lo bueno y lo malo de los niños por parte de sus padres ayuda a que se acepten a sí mismos y soporten mejor las frustraciones y fracasos que puedan surgir en su vida.
Durante los primeros años de la vida de un niño, los padres son todo su mundo, proporcionándoles el afecto, protección y seguridad que necesitan; al ser éstos sus modelos, los niños actuarán copiando todo lo que observen de ellos. Más adelante, amigos, profesores, hermanos mayores y héroes pasarán a actuar como modelos, pero los primeros y más importantes serán los padres. Por eso es importante actuar lo mejor posible como modelos. Es importante aceptar a los hijos tal y cómo son y no como quisiéramos que fueran; ayudarles a nos esconder partes de sí mismos que no les gusten por miedo al rechazo. Debemos elogiar sus cualidades positivas e intentar, de las negativas, sacar conclusiones para mejorar.
Un niño-a tratado con respeto, justicia, tolerancia y afecto aprende a quererse a sí mismo y a los demás.
Algunas indicaciones para orientar de alguna manera a quiénes ejercen la difícil responsabilidad de educar como padres, y teniendo en cuenta que cada niño-a, en cada edad, tiene diferentes particularidades, serían, en líneas generales:
Aprender a negociar. Hacer un esfuerzo por negociar con los hijos, el marco de referencia debe ser suficientemente amplio y debe aumentar conforme van creciendo.
Los adultos deben conocer sus propios límites. Si los padres no tienen límites tampoco sabrán ponerlos. No se puede pedir a un niño que nos ayude en las tareas de la casa mientras nosotros estamos tumbados en el sofá sin hacer nada.
Saber decir 'no'. El estilo comunicativo de los padres debe ser acorde con sus palabras, es decir, el lenguaje verbal y el lenguaje no verbal no deben contradecirse.
Ser coherentes. Cuando se niega algo, se tiene que explicar por qué se ha tomado esa decisión; el decir ”no, porque yo lo digo” no es un argumento.
Escuchar y mirar. Cuando lloran, patalean o gritan, es posible que los niños estén intentando decir algo, hay que aprender a escucharles y mirarles a los ojos.
Mantener las decisiones. Es importante mantener la coherencia con lo que se hace y se piensa porque de lo contrario se perderá la credibilidad ante los hijos.
Resaltar lo que se hace bien. El niño debe saber lo que hace mal, pero no se le puede solo criticar con estas actuaciones, también tiene que saber qué cosas hace bien y reforzarle.
Poner límites que tengan valor. Si hay que decir al niño que no rompa sus juguetes, no se debe utilizar el chantaje emocional y decirle que mamá se va a poner triste si lo haces, sino que hay que explicarle que no es adecuado.
Poner límites no significa que haya que ser estrictos, sino evitar que sean poco "tolerantes a la frustración”. Pensar que es en el colegio donde deben educar a nuestros hijos es una equivocación; la labor educativa ha de ser conjunta, integral y coherente aunque, en todo caso, todo comienza por la educación de los padres como principales responsables en la educación de sus hijos.

Perdidas

Se acumulan las lágrimas del pasado
en mi alma, llueve sobre mojado.
Los techos dibujan pájaros alados
y la sal de la mar,roza mis labios salados.
No encajo los hilos que tejen mi amargura
busco los momentos perdidos de bravura,
perdida,como araña liada en su propia red
y en los resquicios y trizas busco la soltura
de lo que teje sin fin, mi mente oscura
buscando su luz, su condición natura.
Escondo en el alma el dolor de un mundo
de pérdidas estancadas en un hoyo profundo
y por más que lo intento no se vacía el agujero,
y por más que me esfuerzo se queda quieto....

domingo, 14 de septiembre de 2008

sábado, 13 de septiembre de 2008

El cuento de las arenas


Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después de pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaba a éstas.
Estaba convencido, no obstante, de que su destino era cruzar este desierto y sin embargo, no había manera. Entonces una recóndita voz, que venía desde el desierto mismo le susurró:
“El Viento cruza el desierto y así puede hacerlo el río”
El río objetó que se estaba estrellando contra las arenas y solamente conseguía ser absorbido, que el viento podía volar y ésa era la razón por la cual podía cruzar el desierto.
“Arrojándote con violencia como lo vienes haciendo no lograrás cruzarlo. Desaparecerás o te convertirás en un pantano. Debes permitir que el viento te lleve hacia tu destino”
-¿Pero cómo esto podrá suceder?
“Consintiendo en ser absorbido por el viento”.
Esta idea no era aceptable para el río. Después de todo él nunca había sido absorbido antes. No quería perder su individualidad. “¿Y, una vez perdida ésta, cómo puede uno saber si podrá recuperarla alguna vez?” “El viento”, dijeron las arenas, “cumple esa función. Eleva el agua, la transporta sobre el desierto y luego la deja caer. Cayendo como lluvia, el agua nuevamente se vuelve río”
-¿Cómo puedo saber que esto es verdad?
“Así es, y si tú no lo crees, no te volverás más que un pantano y aún eso tomaría muchos, pero muchos años; y un pantano, ciertamente no es la misma cosa que un río.”
-¿Pero no puedo seguir siendo el mismo río que ahora soy?
“Tú no puedes en ningún caso permanecer así”, continuó la voz. “Tu parte esencial es transportada y forma un río nuevamente. Eres llamado así, aún hoy, porque no sabes qué parte tuya es la esencial.”
Cuando oyó esto, ciertos ecos comenzaron a resonar en los pensamientos del río. Vagamente, recordó un estado en el cual él, o una parte de él ¿cuál sería?, había sido transportado en los brazos del viento. También recordó –¿o le pareció?– que eso era lo que realmente debía hacer, aún cuando no fuera lo más obvio. Y el río elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, que gentil y fácilmente lo llevó hacia arriba y a lo lejos, dejándolo caer suavemente tan pronto hubieron alcanzado la cima de una montaña, muchas pero muchas millas más lejos. Y porque había tenido sus dudas, el río pudo recordar y registrar más firmemente en su mente, los detalles de la experiencia. Reflexionó: “Sí, ahora conozco mi verdadera identidad”. El río estaba aprendiendo pero las arenas susurraron: “Nosotras conocemos, porque vemos suceder esto día tras día, y porque nosotras las arenas, nos extendemos por todo el camino que va desde las orillas del río hasta la montaña”
Y es por eso que se dice que el camino en el cual el Río de la Vida ha de continuar su travesía está escrito en las Arenas”.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Sentimientos:morriña galega


Al llegar al puerto de Barizo, uno siente la necesidad de parar. Ante nuestros ojos se halla el mar, inestable y feroz. En esos momentos uno siente que verdaderamente esta vivo. Es curioso, en la Costa de la Muerte se respira vida, quizás porque la muerte es vida en Galicia. Es aquí, en lo alto de un acantilado frente al mar, donde nace la leyenda que habla de bandidos disfrazados de labriegos, de noches oscuras y de tormenta, de mar furioso cuyas olas crecen y crecen tragándose todo lo que aparece en su camino. Nadie sabe si es verdad o mentira, pero el caso es que la leyenda sigue viva y merece la pena conocerla de boca de los habitantes de la zona.

Es cierto que ese mar se traga todo, pero sigue allí en el fondo del océano por eso al pasar se admira tanta belleza, por eso el viento parece hablar y las olas cantar, y poco a poco te enamoras de su embrujo.


ALMAS MOJADAS

Vuela una gaviota sobre el mar,
Se posa en el agua, siente la sal.
Ruge el viento, enfada al mar,
Corro a tu encuentro en el arenal
Sin embargo te busco y ya no estás
Queda solo tu sabor a sal
olas de lágrimas caen al mar.

Busco tus ojos en cristales marinos
Mientras el mar acaricia mis manos.
Recuerdo tu aliento en el soplo del viento
Trocitos de arena vuelan al cielo

Las sirenas arrancan lamentos al mar
Unos ojos negros no cesan de llorar
No quedan conchas ni estrellas solo
Almas mojadas por el mar.

Terapia familiar como intervención psicológica


Los seres humanos somos seres relacionales, es decir, sólo podemos entendernos en relación con los demás. Por eso en ocasiones cuando una persona sufre un problema está relacionado con su interacción con otros miembros de su grupo social, el primer grupo social que establecemos y el más importante es la familia.
La familia es un sistema formado por miembros interrelacionados y cuando uno de ellos tiene un problema o síntoma, los demás también sufren las consecuencias y pueden colaborar en la solución. Siempre que un problema afecta a varios miembros, todos pueden colaborar en la solución.
Para poder ayudar en la mayoría de ocasiones a una persona, un psicólogo debe contar con la ayuda de su familia y averiguar qué factores de las interacciones familiares le están ayudando o perjudicando. Una de las formas de intervenir en psicología es la terapia familiar.
En ocasiones, el terapeuta decidirá contar con la colaboración de algunos miembros de la familia o con todos ellos y los citará a consulta, otras veces, citará de manera individual al paciente o citará a los padres y luego a los hermanos, pero siempre tendrá presente las relaciones que el paciente establece con su entorno familiar y trabajará sobre ello.
En todo caso, en Terapia Familiar el proceso terapéutico es similar (en sus etapas e intervenciones) al de la Terapia individual, con la diferencia de que se trabaja con la familia y las relaciones que el paciente establece en ella.
Las familias aunque tengan dificultades, tienen un potencial muy grande para cambiar y funcionar mejor. La terapia familiar trata de usar ese potencial para favorecer los cambios, intentando ayudar a buscar una forma alternativa para solucionar los problemas que produzcan menos dolor, angustia o frustración en la persona o personas afectadas. La finalidad es mejorar la comunicación entre los miembros de la familia y trabajando con toda la familia a la vez, la posibilidad de cambiar la situación es mucho mayor. Uno de los inconvenientes en este tipo de terapia es su larga duración, ya que los tratamientos que buscan el cambios en dinámicas que llevan años de evolución no se pueden hacer a corto plazo y la disfunción familiar se produce a lo largo de años por lo que como mínimo se necesitan varios meses o años dependiendo del tipo de problema; sin embargo está comprobado que las personas que hacen terapia familiar durante un tiempo prudencial se benefician notoriamente.
Si vemos que un problema que hemos intentado solucionar en repetidas ocasiones y nos genera sufrimiento en nuestra convivencia familiar no tiene solución, muchas veces el realizar una terapia familiar con un especialista, puede ayudar a ver otras soluciones que alivien un malestar de muchos años de evolución y hacer cambiar situaciones que parecía imposible que mejorasen.