viernes, 19 de junio de 2009

Miedo

Todo cambia,

se diluyen los recuerdos,

los pensamientos enquistados, fraguados,

forman una alfombra de imágenes

que se torna borrosa.

Se evidencia como se aleja aquella niña abandonada,

entonces siento miedo

de no poder hablar con el mar,

de no poder gritar y volar.

Miedo de volver a saber que aún perdiéndote...

tu esencia se difumina en las ondas marinas.

Miro al fondo del mar,

solo veo algas,

ya se ha borrado tu rostro,

por favor saca tu mano

y arranca mi miedo.

martes, 9 de junio de 2009

Gestión de emociones

Hemos aprendido desde pequeños que el sentimentalismo o el mostrar las emociones en público era propio de personas débiles, inmaduras, con déficit de autocontrol. Además, se ha extendido en nuestro imaginario colectivo la creencia que las emociones que expresan tristeza, como el llanto, pertenecen al ámbito de lo femenino. Esta sociedad de las "buenas maneras" y el control social han hecho de nosotros auténticos robots de las apariencias. Sin embargo todo evoluciona y va ganando terreno la convicción que vivir las emociones es un elemento insustituible en la maduración personal y en el desarrollo de la inteligencia.
Sólo cuando entendemos nuestros sentimientos somos capaces de entender los de otras personas.
Aprender a vivir es aprender a observar, analizar, recabar y utilizar el saber que vamos acumulando con el paso del tiempo. Pero convertirnos en personas maduras, equilibradas, responsables y, por qué no decirlo, felices en la medida de lo posible, nos exige también saber distinguir, describir y atender los sentimientos. Y eso significa contextualizarlos, jerarquizarlos, interpretarlos y asumirlos. Porque cualquiera de nuestras reflexiones o actos en un momento determinado pueden verse "contaminados" por nuestro estado de ánimo e interferir negativamente en la resolución de un conflicto o en una decisión que tenemos que tomar.
Mimar nuestro momento emocional, aprender a expresar los sentimientos sin agresividad y sin culpabilizar a nadie, ponerles nombre, atenderlos y saber cómo descargarlos, es uno de los ejes de interpretación de lo que nos ocurre. Cada vez que dudamos ante una decisión, que nos proponemos comprender una situación, no hacemos estas operaciones como lo haría un ordenador sino que ponemos en juego todo nuestro bagaje personal y el pesado fardo de nuestra herencia cultural.

Gestionar adecuadamente las emociones supone:


· No someterlas a censura. Las emociones no son buenas o malas, salvo cuando por nuestra falta de habilidad hacen daño, a nosotros o a otras personas.
· Permanecer atentos a las señales emocionales, tanto a nivel físico como psicológico.
· Investigar cuáles son las situaciones que desencadenan esas emociones.
· Designar de forma concreta los sentimientos y señalar las sensaciones que se reflejan en nuestro cuerpo, en lugar de hacer una descripción general ("estoy triste", "estoy nervioso"...).
· Descargar físicamente el malestar o la ansiedad que nos generan las emociones.
· Expresar nuestros sentimientos a la persona que los ha desencadenado, sin acusaciones ni malas formas y detallando qué situación o conducta es la que nos ha afectado.
· No esperar a que se dé la situación idónea para comunicar los sentimientos.