sábado, 16 de enero de 2021

NAVIDAD AGRIA NAVIDAD

El pasado año por estas fechas estaba en Galicia, mi tierra natal, en familia, Estas Navidades para mi han sido tristes, angustiantes, oscuras, extrañas, llenas de dolor y miedo, carentes de calor y abrazos; pero llenas de un profundo aprendizaje. Vivimos en unos tiempos extraños donde el amor está vetado y los abrazos prohibidos y cargados de miedo al contagio de este virus cabron. En estas circunstancias tan duras que estoy sobrellevando; con mi marido ingresado por este virus en el hospital, yo pasándolo en casa aislada con mi hijo de 7 años que ha tenido que ser autónomo forzado de un día a otro sin poder besarlo, ni abrazarlo, aislada de mi madre que vive en el apartamento de abajo sin poder tener sus brazos como consuelo es cuando todas las herramientas de la mente se ponen en marcha para la supervivencia. Existe un ancla interna que cuando viene la tempestad por mucho que el barco se zarandee cuando llega la calma el barco sigue en el mismo lugar, pero cuando soltamos el ancla porque el miedo nos domina y nuestra mente controla lo que somos entonces ese barco se pierde a la deriva sin saber dónde está el puerto. En estas circunstancias duras y llenas de dificultades es cuando las personas se presentan tal y como son en nuestras vidas, cuando los velos desaparecen y quedan aquellos que están en tu vida incondicionalmente. Es cuando recuerdas también que hay personas que nunca han estado a la altura de las circunstancias y mucho menos lo estarán ahora. Y sin duda, es cuando sabes quién eres y que solo llega aquello que somos capaces de traspasar y superar. Familia, Amigos, vecinos, compañeros de trabajo, jefes, clientes, conocidos; cada uno ocupa un lugar en nuestras vidas, y en estas circunstancias, todo se ordena y se ve de forma clara y nítida. Las circunstancias criticas siempre muestran de forma reveladora el lugar de cada uno. A pesar de toda la soledad de estas fiestas me he sentido en todo momento afortunada de tener a quien tengo, afortunada porque a mi casa llegaba el pan recién hecho de Miquel y el agua y el reiki de Joana María, afortunada por las naranjas recién cogidas del árbol de Marga, afortunada por la compra y los regalos de papa Noel de Aina, afortunada por los abrazos virtuales de mis amigos y familia, los de verdad, por los deseos de amor sincero, por las palabras, por las risas y las lágrimas, las esperanzas , por tener a médicos amigos como Bárbara Mayca, Conchy, Ángeles al teléfono valorando cada resultado de mi marido y agradecida por mi gran amiga Natalia que es enfermera y sé que lo cuida y me cuida. Gracias a Juan por llevar y estar, a Andrés por sus palabras y fortaleza. A mis amigas las elegidas Sonia, Susy por respirar conmigo en cada angustia. Gracias sobre todo a mi linaje femenino, a mi madre por ser una mujer fuerte y valiente, a mi abuela por ser la luz que me guía y me protege desde el cielo Quiero pedir por aquellas personas que pasan esto solas, que no tienen la red de amor que a mí me envuelve para que los que estáis alrededor de alguien que esté pasando esta enfermedad en soledad, si sois sus vecinos, su jefe, su compañero de trabajo, por favor poneros en su lugar y preguntad si necesitan algo, se puede ser el mejor genio del mundo, pero si no se sabe ser primero vecino, compañero o ser humano no sirve de nada, no eres nada y mañana puede tocarte a ti. Para ayudar es fundamental empatizar y ponerse en el lugar del otro, es fundamental transmitir positividad al otro y no ser evitativo, ni negativo; De hecho, se puede ayudar mucho más a alguien desde una posición de positivismo, de ternura, de comprensión, y de amor, que de dolor. El dolor y el miedo se come a las personas. La esperanza y el amor las expande. Es desde esta posición de expansión que le puedes ser realmente útil a alguien que está sufriendo. Durante estos días mi trabajo ha sido el de la aceptación. La aceptación nos recuerda que podemos aprender a fluir con la vida, a reconocer lo que hay en el instante presente. No reconocerlo nos lleva de cabeza al sufrimiento, ya que tras la resistencia a reconocer lo que es, late una exigencia de que las cosas sean distintas de lo que son. Aceptar no es, por tanto, sinónimo de resignarse. Tampoco significa renunciar a cambiar las cosas: podemos acoger la vida tal y como se presenta, y a la vez emprender la acción que consideremos necesaria. La aceptación nos dice que podemos desaprender la ya conocida “ruta neuronal” de “huye o lucha”. Podemos aprender a permanecer en la vida, en vez de tratar de evadirnos de ésta, o de frustrarnos porque las cosas no son “como yo quería que fueran”. Normalmente, la aceptación no es algo que suceda de golpe; es más bien un proceso gradual. La aceptación supone aflojar y abrirse a lo que tenemos ante nosotros, abandonar la lucha, dejar de resistirse a ella pues de no hacerlo, persistirá por más tiempo el sufrimiento. Al dejar de luchar con las cosas tal y como son, descubrimos en nosotros una mayor energía para sanar y transformar lo que se ha hecho consciente. Desde la aceptación, se abren nuevos caminos de comprensión profunda. Al entrenarnos en el aceptar, estamos en realidad diciendo «sí» a una vida que no está anclada en el miedo, el resentimiento o la ira. Desde la aceptación, podemos vivir con mayor serenidad. Acepto pues estas oscuras navidades que estoy segura darán una luz increíble a las siguientes. Acepto todo el aprendizaje de estos días a pesar de la dureza del mismo y acepto la espera de esos abrazos que tanto deseo. Gracias de corazón a los que sois y estáis y gracias a los que no por dejarme verlo y seguir aprendiendo. Gracias