martes, 25 de septiembre de 2018

UN EQUIPO SIN ESTRELLAS CON UN CIELO CLARO

Desde hace un tiempo me dedico a asesorar empresas en la parte de relaciones humanas como coaching empresarial y es algo apasionante poder aportar algo de claridad a las diferencias existentes que crean conflictos y estancamientos en los equipos humanos.
Una organización es un sistema humano complejo, sin duda algunos de una complejidad mayor debido al gran crecimiento de las mismas. Si ya en un sistema aparentemente sencillo como el familiar conviven conflictos que a todos nos producen malestar, en una mediana o pequeña empresa esas dificultades se van multiplicando en base a muchos factores, como por ejemplo, el tamaño de ese sistema organizacional.
En mis experiencias como coaching en los últimos años he podido detectar que,  independientemente del equipo o el objetivo de la empresa, las dificultades siempre son las mismas: las relaciones humanas y el tipo de liderazgo que guía a la empresa. Aquellas empresas grandes en las que conviven muchas personas y los organigramas son más diversos, tienen muchas más dificultades, pues los sistemas son más complejos e intervienen muchas más personas. Por otro lado, si aprovechásemos las sinergias de las capacidades de los equipos humanos grandes y empezásemos a cambiar la forma de vernos los unos a otros, desde una mirada más humilde y amorosa, los resultados de las empresas sin duda se multiplicarían hacia el éxito.
En mi formación he tenido también la suerte de conocer empresas que hacen del trabajo un lugar feliz, donde todos se dirigen, sin perderlo de vista, hacia un objetivo mayor y más grande que las discrepancias entre sus opiniones o egos encontrados. En dichas empresas hay algo común de suma importancia, y es que cada uno sabe ocupar su lugar y mirar al otro desde el respeto y la humildad, pues es bien cierto que de opiniones diferentes a la nuestra y de diferentes puntos de vista siempre podemos aprender algo nuevo y enriquecedor.
Hay un autor, Robert Safdie, que me encanta por su trabajo con equipos humanos; consultor en administración y recursos humanos y autor del libro ¡Aquí mando yo!, muchas de las cosas que relata han sido una fuente de inspiración en mi trabajo en organizaciones humanas como hospitales, hoteles, empresas generadoras de recursos, escuelas, etc.
Safdie considera que una persona pobre bien puede ser autoritaria y prepotente, porque esto no depende del estatus, sino del carácter, porque la humildad corresponde a dos virtudes principales: el respeto y la tolerancia.
En el plano laboral, además, se hace necesario que esta actitud sea recíproca. Ser respetuoso, tolerante y colaborador, pues, es fundamental para el trabajo en equipo. Es sencillo: un equipo no debe tener estrellas, sino un grupo de personas que comparten los éxitos y asumen juntos las responsabilidades cuando las cosas no funcionan.
Así mismo, advierte que no se debe confundir humildad con sumisión. “Una persona puede ser humilde manteniendo intacta su autoestima, sin ser sometida”. Está a favor de ser un colaborador, no un subalterno para toda la vida y por ello recomienda a los  niveles superiores que busquen trabajar con gente humilde sin ser sometida, pues podrá confiar en que ellos pondrán en evidencia su verdadera personalidad y usarán su criterio.
La persona sometida no inspira confianza, pues hace solo lo que se le manda y lo interesante para avanzar es que la persona tenga derecho a opinar,  disentir y  tomar iniciativa. Que mientras respeta las normas, procedimientos y colaboradores, pares y superiores en la jerarquía laboral, jamás deja de hacer prevalecer su autoestima. Alguien que está consciente de lo que vale, de lo que puede aportar y de sus debilidades, interpreta bien el concepto de humildad.
El liderazgo humilde sí es posible, dice Safdie, y consiste en respetar al equipo de trabajo, aceptar a todos como son y ayudarlos a progresar, guiarlos hacia el éxito. Mandar contra toda razón no es ser líder, al igual que tampoco lo es no definir una línea clara en el horizonte de hacia dónde se dirige el equipo. El líder debe ser un cielo claro que marque el camino, donde cada uno se coloque en su lugar, sin estrellas que brillen más, desde la igualdad, en base a las competencias y formaciones de cada uno de los miembros del equipo. No existen tareas más o menos importantes, sino aquellas para las que estamos preparados y formados y que, a su vez, nos motivan y apasionan.
A menudo en las empresas suceden cuestiones muy simples que se vuelven complejas, como en los intentos de establecer relaciones con otros que terminan en malestar, porque la otra persona no responde como esperábamos o simplemente no muestra interés. Ese malestar  proviene de las expectativas: esperamos algo del otro a cambio de nuestra intención. Y de eso también hay que liberarse cuando se quiere descubrir lo que es la humildad, puesto que el  otro no tiene la obligación de llenar mis expectativas ni darnos la respuesta que queremos. Lo único que cabe hacia el otro, en su diferencia, es el respeto. Cada persona que forma parte de un equipo humano tiene la responsabilidad de  trabajar en sus emociones y aprender a no sufrir cuando no se cumple lo que uno espera.
Las expectativas, aunque lo parezca, también son una forma de encumbramiento del ego. Creer que se sabe, se tiene o se puede más, y por tanto, se tiene derecho a esperar más. Si nos ponemos por encima de los otros no puede haber comunicación real.
El otro extremo es tomar una actitud de aceptación a todo lo que el otro quiera, dejando de lado el propio criterio; rebajarse tampoco es humildad, sino más bien un grado  de servidumbre y de falta de autoestima. Creerme menos que el otro es actuar desde el miedo. El humilde no se desprecia sino que es muy acertado en cómo se ve y se presenta a sí mismo. El humilde habla de sí mismo y sus emociones y no utiliza las opiniones de otro como escudo ni como arma arrojadiza cuando las opiniones del otro son diferentes.
Uno de los objetivos fundamentales, como persona dentro de un equipo, es el plantearse individualmente  la siguiente pregunta: ¿Puedo aceptar a esta persona en totalidad tal cómo es? Así es válido esperar que el otro tenga la intención de aceptarnos también. Pero si mido el valor del otro en función de que cumpla o no mis expectativas estoy diciendo que mis parámetros son los únicos válidos, que para mí no existen los de la otra persona.
La humildad, tiene mucho que ver con la empatía, saber que el otro es tan digno de vivir y ser amado como uno mismo, y que para tratar de hacer algo juntos hay que poner los dones de cada uno al servicio de un bien mayor. Si tengo esa intención y el otro lo percibe estamos conectados y no nos obstaculizarán la soberbia, la vanidad, la envidia y la competencia.
Para llegar a la humildad hay que salir del camino de la competencia, aun cuando nos  han puesto el competir como la clave del éxito. La humildad implica gratitud ante la vida, contentamiento por ser quien se es. Si quieres llegar a cierto nivel para servir más y mejor, puedes hacer un camino de éxito sin perder la humildad. Puedes destacar, pero lo importante es qué te impulsa  a llegar allí.
Pues la persona más humilde no está para ser servida, sino que ha desarrollado una gran capacidad de servicio. Mientras más respetable eres, mayor es tu nivel de respeto para los otros. Quien ha recibido mucho (conocimiento, experiencia, títulos, bienes, dones) adquiere altas responsabilidades de servir.
Y el primer servicio que presta la humildad es el bienestar y la paz interior. El poner límites sanos y conscientes es reconocer que los necesito para tener paz y salud. No se trata de dejarse golpear dos veces la mejilla, sino de tener el temple de no devolver el golpe, de expresar el propio parecer, esperar a que el otro reaccione mejor, y si no, retirarse.
Es decir: Tengo tanta dignidad como tú y no te doy permiso de que me faltes el respeto. Eso no es bueno para ti ni para mí. Tú has de crecer aprendiendo a respetar a los demás, y yo he de crecer aprendiendo a poner un límite sano para mi bienestar.
Es apasionante al realizar trabajos en  grandes empresas, con diferentes colectivos y un gran número de empleados, como se puede observar el cambio de mirada hacia el otro cuando nos paramos a hacerlo desde la humildad  y la escucha, cuando no nos miramos únicamente a nosotros mismos sino que nos permitimos acercarnos al otro. Tal como dijo  Warren: “Humildad no es pensar menos de ti mismo, es pensar menos en ti mismo”.
Invito a los líderes de cualquier empresa a dar espacio para que los equipos se miren con humildad, a ser cielos claros que ayuden a que todas las estrellas ocupen su lugar y entre todas puedan iluminar un cielo cada ver más hermoso y claro.