En ocasiones en nuestra vida suceden acontecimientos que nos dejan inválidos y bloqueados, como la pérdida de una pareja o un trabajo; situaciones que nos hacen sentir que no somos nadie y nuestra vida ha perdido el sentido. Ya no soy la supervisora de aquella unidad o la mujer del prestigioso abogado laboralista.
Lo que hay de extraordinario en ti, sigue existiendo, independientemente de lo que sucede a tu alrededor. Tú eres lo que cuenta, no las etiquetas que te pongan los demás. Ponemos en los demás la responsabilidad de lo que creemos ser y olvidamos lo que verdaderamente somos en realidad al establecer vínculos con lo que nos rodea, si esos vínculos significan dependencia. El vínculo más importante de tu vida debe ser el que establezcas contigo mismo. Podemos perderlo todo pero conservar nuestra identidad. Existen personas que continuamente buscan respuestas y otras, en cambio, que huyen de hacerse preguntas refugiándose en una rutina llena de quehaceres y actividades que les dejan exahutos. A veces hay que hibernar en nuestro interior para hallar la fuerza y las respuestas a todos los porqué, los quién y los qué: por qué hago, pienso o siento esto; por qué busco, quiero o espero eso; por qué insisto tanto en aquello; por qué voy siempre por este camino y no por otro. ¿Quién soy? ¿Qué quiero, qué busco, qué espero...? Todas estas son preguntas que solamente pueden ser contestadas por nosotros mismos y, en caso de no encontrar repuestas, buscar la ayuda de un psicólogo cualificado que simplemente guiará el camino para reconocer las respuestas. Solamente de esta forma podremos diferenciar el trigo de la paja, lo que debemos ser de lo que queremos ser, lo que somos en realidad.
Es difícil, pues a nadie le gusta verse cómo en realidad es, aceptando sus sombras, lejos de la imagen de nosotros mismos que nos ofrecen los demás o lejos de esa otra con la que pretendemos engañarnos y agradar a otros. Todo eso es difícil pero necesario. A veces habrá que cambiar ciertos aspectos de nuestro carácter que no aceptamos y eso requerirá un esfuerzo personal y una constancia en el trabajo del autoconocimiento y la evolución personal.

Quiero acabar con una metáfora que utilizo mucho en consulta.
Al empezar un proceso de evolución personal somos un barco que ante cualquier tormenta se mueve a la deriva y cada vez acaba en una orilla diferente que le cuesta reconocer trás el naufragio; sin moverse se queda esperando el siguiente temporal con más o menos miedo.
Al finalizar somos un barco anclado, que cuando sobreviene el temporal se tambalea en la tormenta, pero cuando sale el sol, continúa en el mismo lugar donde estaba antes de empezar la tormenta, por lo que permanece anclado, más firme, sabiendo que la siguiente tormenta ya no lo moverá de su hogar.