martes, 23 de abril de 2013

Desmontando tópicos: la esquizofrenia

La esquizofrenia es una enfermedad multicausal y multifactorial que consiste en un trastorno fundamental de la personalidad, una distorsión del pensamiento. Aquellos que la padecen tienen, frecuentemente, el sentimiento de estar controlados por fuerzas extrañas y poseen ideas delirantes que pueden ser extravagantes, con alteración de la percepción, afecto anormal y aislamiento social. La edad promedio de debut en la enfermedad para los hombres es entre los 15 y los 25 años, mientras que en las mujeres lo es entre los 25 y los 35 años. No obstante puede aparecer antes o después, aunque es poco frecuente que surja antes de los 10 años o después de los 50

La persona con esquizofrenia puede tener percepciones de la realidad muy diferentes a las que comparten las personas que les rodean; puede sentirse asustada, ansiosa y confundida, debido a que vive en un mundo distorsionado por alucinaciones y delirios
Las alucinaciones son percepciones que no se basan en la realidad y pueden ocurrir a través de cualquiera de los sentidos, audición, vista, tacto, gusto u olfato. Sin embargo, el escuchar voces que otras personas no escuchan (alucinaciones auditivas) es el tipo más común en la esquizofrenia. Las voces, a veces, advierten al paciente de peligros inminentes e incluso le dan órdenes.
Los delirios son creencias falsas que no responden a la razón ni a la evidencia y que no son compartidas por las personas que rodean al enfermo. Por ejemplo, los pacientes que sufren esquizofrenia de tipo paranoide generalmente tienen delirios de persecución, por lo que creen ser engañados, acosados, envenenados o víctimas de una conspiración en su contra. Estos pacientes pueden creer que ellos mismos, un miembro de su familia o alguien muy cercano es víctima de una persecución por parte de otra persona u organización. Otro tipo de delirio que se puede dar en la esquizofrenia es el de grandeza, donde el enfermo cree ser una persona famosa o importante. Algunas veces los delirios experimentados por las personas con esquizofrenia son insólitos, por ejemplo, el caso del enfermo que cree que un vecino controla su comportamiento con ondas magnéticas o que las personas que aparecen en televisión le están enviando mensajes. Sin embargo, tras el delirio sí existe una base real, pues en otras épocas donde las tecnologías de la información y la comunicación no estaban tan desarrolladas no se deliraba con ondas radiales o microchips. Todos estos síntomas reciben el nombre de síntomas positivos.
Las personas que sufren de esquizofrenia generalmente padecen una limitación en su capacidad de expresión afectiva. Esto hace que el paciente hable con voz monótona o mantenga una expresión facial apática, hecho que le aísla, todavía más si cabe, socialmente. Cuando el enfermo es forzado a interactuar con los demás aparenta no tener nada que decir o se mantiene distante. En casos graves el enfermo puede pasarse días enteros sin hacer nada e inclusive ignorar la higiene personal más básica. Estos problemas de expresión emocional y de motivación son los denominados síntomas negativos de la enfermedad.
Frente a la habitual creencia que se tiene de ellos de ser personas violentas o imprevisibles (realmente suelen ser extremadamente sensibles y con capacidades asombrosas), los pacientes que sufren de esquizofrenia suelen ser personas tímidas que reciben la violencia de no ser entendidas por la sociedad.

Apender a echar el ancla

¿Qué queremos de verdad en la vida?. Necesitamos un objetivo que nos haga levantarnos cada día.
Solemos pensar que el resto tiene una vida más fácil que la nuestra, quizá porque no nos ha tocado vivirla y no conocemos la realidad de los demás. Tenemos un corazón para amar, una mente para soñar, unas manos para trabajar...solemos culpar a otros o al destino de nuestros actos, sin embargo es nuestra mente la que nos impide bailar bajo la lluvia. Nada es tan real como nuestros pensamientos, pues la mente no distingue entre verdadero y falso. Somos nosotros quienes damos esas categorías, por eso nos convertimos en lo que pensamos.
El control de nuestra vida vendría dado por responsabilizarnos de nuestra forma de pensar. Aprender a pensar es saber manejar nuestra mente y controlar nuestra vida. Cuando la mente no está entrenada los pensamientos van y vienen, produciendo sufrimiento innecesario y comportamientos que a veces escapan a nuestro control.
Solemos pensar demasiado y vivir poco. Nuestra cultura nos entrena más en lo racional que en lo intuitivo. Somos incapaces de dejarnos llevar por lo que sentimos y tendemos a escapar de nuestras emociones con técnicas destructivas como el consumo abusivo de alcohol, pastillas, drogas, comida, adicción al trabajo, a las compras compulsivas, etc...
La pregunta sería: ¿Sabemos a dónde nos dirigimos, lo que queremos en la vida realmente? ¿Nos centramos en aquéllo que nos calma el desasosiego y en la búsqueda de no se sabe muy bien qué?. Quizá deberíamos pararnos y permitirnos escuchar nuestro cuerpo y nuestras emociones. Sería positivo también para nosotros contemplar sin prisas una puesta de Sol o cantar y bailar bajo la lluvia de vez en cuando.
Sin rumbo definido somos barcos a la deriva que no saben dónde echar el ancla y pasamos de largo delante de paraísos de oportunidad sin ser capaces de reconocerlos. Quizá deberíamos aprender a echar ese ancla y observar con detenimiento dónde nos encontramos para saber hacia donde dirigirnos.