Este blog pretende ser un espacio en el que encuentres lecturas interesantes que te ayuden a buscar entre tus creencias y pensamientos, aquellos que merece la pena conservar y cuáles debemos modificar y cambiar por otros, más adaptativos, para así evitar sufrir, en ocasiones, de forma innecesaria. Además pretende que, cuando alguien se encuentre en momentos de crisis, sea consciente que toda crisis implica, al superarla finalmente, una gran evolución personal.
martes, 21 de septiembre de 2021
MORATONES INVISIBLES: CUANDO EL ACOSADOR ES UN PASIVO AGRESIVO
Las personas, a lo largo de nuestras vidas, vamos creando y manteniendo
relaciones que nos resultan estimulantes ya que nos incitan a dar lo mejor de
nosotros mismos. Sin embargo, a veces podemos llegar a mantener otro tipo de
relaciones que nos desgastan y nos hacen estar en una situación de tensión
constante, pudiendo llegar a destrozarnos. En la vida cotidiana todos nos hemos
encontrado a veces con personas que, sin pegarnos o gritarnos, ni decir palabras
fuertes o hirientes, nos provocan una sensación de amenaza o intimidación.
Cuando alguien es víctima de violencia pasiva siente un malestar indefinible,
provocado por unos golpes muchas veces invisibles, pero que dejan huellas
emocionales mucho más dolorosas. Hoy me gustaría hablar sobre el maltrato
psicológico, provocado en muchos casos por situaciones de acoso laboral o
moobing, una problemática muchas veces “silenciosa”, pero por desgracia muy
arraigada en nuestra sociedad, y muy presente en algunos casos que me encuentro
en consulta. Muchas veces, esta situación viene agravada por un “perfil” muy
concreto de acosador, el “pasivo-agresivo”, situado en una posición de poder. Y
digo que este perfil del acosador agrava la situación ya que este tipo de
personas suele ser considerada, en general, una persona amable y buena,
reconocida muchas veces socialmente, que se caracteriza, entre otros ragos, por
utilizar tonos de voz bajos, cálidos o amables, así como comportamientos que
suelen confundir muchas veces a sus víctimas durante largo tiempo, además de
esconder su verdadera naturaleza frente a la sociedad. Son personas que, muchas
veces, “van de víctimas” o presentan un “perfil bajo” que genera pena o
compasión, además de mostrar una gran habilidad para echar la culpa a los demás
de sus errores con tal de no responsabilizarse de ellos. Se “olvidan” de cosas,
expresamente, para no asumir responsabilidades, pero a ojos de otros parecen
despistados o sobrecargados de trabajo o responsabilidades. Son cínicos y muy
desconfiados. Rechazan siempre las sugerencias creativas de otros y odian la
autoridad. Al no confiar en ellos mismos, debido a su baja autoestima, es muy
difícil que confíen en el resto y cualquier persona que puede evidenciar sus
errores o carencias puede caer en sus redes y ser víctima de su acoso. Suelen
ser personas que quieren empezar grandes cosas, pero la mayoría las dejan a
medias. Saben utilizar a personas válidas para conseguir sus propósitos y no
dudan en acercarse y aprovecharse de ellas a fin de utilizarlas en su propio
beneficio. En términos definitorios, el conjunto de actitudes pasivo agresivas
suele definirse como una fuerza inconsciente. Es el resultado de la incapacidad
para resolver un conflicto con autoridad o liderazgo sano. Hay un sentimiento de
impotencia o indefensión que se convierte en resignación, pero esa resignación
está cargada de rabia y frustración que terminan por manifestarse de forma
indirecta. Por lo general, son personas criadas en ambientes familiares donde no
se practica una adecuada gestión emocional, donde no se les enseño a canalizar
la ira ni a gestionar el enfado. Cuentan desde niños con una baja autoestima y
poco a poco se han dado cuenta de que controlando a los demás y asumiendo una
posición de poder sus carencias quedan disimuladas. A su vez, de pequeños,
aprendieron que al desplegar conductas amables y sumisas logran aquello que
quieren de otros. En la mayoría de las ocasiones, detectar el maltrato sufrido
por una persona de este perfil es difícil, pues en sus inicios suele estar
envuelta y disfrazada de buenas frases y buenas maneras y actitudes. Lo más
nocivo de estas conductas de violencia pasiva es que, al no ser explícitas,
generan confusión y escapan más fácilmente a la conciencia; es por eso que el
peor acosador no es el agresivo, sino el pasivo-agresivo, ya que no “se le ve
venir” y va dejando heridas que nadie ve, golpes invisibles que la víctima
siente, mientras la va destruyendo silenciosamente sin que nadie pueda ayudarla.
Este proceso de violencia se caracteriza por ser complejo, ya que es
enmascarado, íntimo y cerrado. Es una violencia “limpia” porque nadie ve nada,
solo las victimas identifican las huellas de las actuaciones que lleva a cabo el
agresor, quien prefiere esperar a que éstas se destruyan indirectamente por el
paso del tiempo. La hostilidad está presente de forma constante, tras la
apariencia de pequeños toques diarios, o semanales. Durante meses. Durante años.
A través de un tono frío que la víctima reconoce sin equivocarse. Cuando la
persona afectada responde a la provocación con una subida de tono, de haber
gente alrededor, parecerá ella la agresiva. Es aquí cuando, oportunistamente, el
agresor adoptará su posición de víctima. En la rebelión contra la imposición, la
violencia perversa se desvela con actitud avasalladora, aun bajo el riesgo de
ser odiada. La relación entra en una fase de odio del agresor hacia su víctima
porque esta reacciona intentando establecer unos límites y, en mayor medida, su
libertad. Cuando la víctima es capaz de expresar aquello que siente, el agresor
lo que quiere es hacerla callar. Para conseguirlo, se mete en el papel de un
caballero con armadura de sarcasmos y lanzas en forma de golpes bajos y ofensas,
todo para evitar lo que más teme: la comunicación. En las relaciones donde se
manifiesta la violencia perversa, cuanto más se expone la víctima, más será
atacada y más sufrirá. Y si muestra sus debilidades, el acosador pasivo agresivo
las explotará inmediatamente. En la relación perversa no se trata de que el amor
se convierta con el paso del tiempo en odio, sino de una envidia que se
transforma en odio, o incluso como muchos autores expresan, un odio al amor. Sin
embargo, puede que la víctima en algún momento sintiese verdadero afecto por el
agresor antes de saber las intenciones de este. Se produce, en primer lugar, una
falta de amor que se oculta tras el deseo, pero no de un deseo de la persona en
sí misma sino de lo que tiene de más y el agresor quiere hacer suyo, de sus
cualidades, habilidades, de su capacidad para comunicarse desde las emociones.
En segundo lugar, emerge un odio oculto acompañado de la frustración cuando no
obtiene de la víctima tanto como desea. Es capaz de recurrir al fenómeno de la
proyección, a través del cual su odio es proporcional al odio que imagina en su
víctima, añadiéndole una intencionalidad malvada y anticipándose a ella,
agrediendo él en primer lugar. Los perversos o agresores intentan atraer a los
demás hacia su propio nivel o registro para conducirlos luego a pervertir las
reglas, siendo el mayor fracaso el no conseguir atraer a los demás a su registro
de violencia. Por lo tanto, será la única manera de atajar la propagación de
este proceso. La violencia perversa es fría y verbal, construida a través de las
denigraciones, insinuaciones hostiles, señales de condescendencia y ofensas. Las
amenazas son siempre indirectas. Se trata de una agresión continua y perpetua,
donde cada ofensa es un eco de las anteriores. Como dijimos al comienzo, es una
violencia “limpia”, donde no se ve nada o casi nada, constituyendo algo así como
un crimen perfecto. El agresor, en su fase de dominio, trata de inhibir el
pensamiento de su víctima, provocando posteriormente sentimientos, actos y
reacciones mediante mecanismos de exhortación. En este punto, la víctima se
encuentra frente a alguien que lo paraliza todo, sintiéndose acorralada y en la
obligación de actuar, y lo hará mediante algún violento arranque en busca de su
libertad. La víctima, si reacciona, parecerá la creadora del conflicto, pero si
no lo hace, contribuirá a su constante y propia destrucción. Desligarse es un
proceso complejo que la mayoría de las veces necesitará ayuda tanto del entorno
más cercano como de un marco profesional, pues la víctima, tras haberse
instaurado y mantenido bajo la dictadura del miedo y la humillación, tendrá que
reestructurar sus pensamientos y sus emociones, y casi nunca lo podrá hacer
sola. Por otra parte, el haber mantenido la situación tras un largo tiempo solo
agrava el proceso y ante dichas situaciones las personas de alrededor solo ven
un conflicto entre dos personas con diferente jerarquía de poder, sin ser
capaces de ver el trasfondo de la perversa situación, haciendo que la víctima se
sienta desamparada y el acosador apoyado y aliviado. Pedir ayuda es un signo de
fortaleza y no de debilidad, por lo que cuanto antes una persona sospeche de una
situación laboral o de jerarquía que, emocionalmente, este pasando factura, es
de vital importancia pedir ayuda a tiempo. Si alguien sospecha de estar siendo
víctima de cualquier tipo de acoso o abuso de poder es importante acudir lo
antes posible a un psicólogo para tomar conciencia de la situación y frenar los
golpes emocionales que provoca el agresor y plantar frente a esta situación. El
acoso laboral es un golpe de estado a la integridad y valor de la víctima, una
trampa que puede llegar a generar una prisión mental complicada de destruir.
Además, si la situación se complica es importante que un profesional pueda
demostrar esas heridas emocionales invisibles ante un posible juicio por acoso
laboral. No dudes en pedir ayuda si te sientes en una situación de duda de estar
siendo acosado o acosada, una ayuda y asesoramiento a tiempo puede ser vital en
tu proceso.
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