miércoles, 26 de marzo de 2014

YA NO SOMOS DOS, SOMOS TRES.


La mayoría de las personas, cuando se enamoran, lo hacen desde una fascinación por aspectos del otro carentes en uno mismo. Nos fascina su seguridad, la espontaneidad, su forma de comprender la vida, su independencia, su claridad de ideas; cualquier aspecto de nuestra personalidad, todavía por evolucionar, puede servir como excusa para iniciar una relación de pareja. En algunas parejas, con el tiempo, esa sensación de admiración va dejando paso a la rutina y a otras sensaciones de incomodidad. Así, la seguridad puede convertirse en soberbia, la espontaneidad en impulsividad, la independencia en egoísmo, la bondad en perfeccionismo o su claridad de ideas en una mente cerrada. Surgen entonces las contradicciones, dependencias y ataduras emocionales que, con el tiempo, aprisionan a la pareja. Sin embargo ésta se sostiene, pues ambos miembros obtienen algo que necesitan del otro, ambos miembros dan y reciben.
Cuando dejamos de ser dos para convertirnos en tres con el nacimiento del primer hijo el sistema cambia en su totalidad. La madre dedica toda su energia al bebe y el padre debe dar sostén a una madre que se dedica en cuerpo y alma a su cría. Existe un nuevo circuito en que se rompe el equilibrio de la pareja y ambos dan sin recibir del otro como antes estaban acostumbrados a hacer. Es necesario que los dos comprendan e integren este nuevo sistema de funcionamiento para que el hijo reciba todo el amor necesario y así crecer en armonía. Es un momento para ser conscientes de nuestras propias carencias, experimentar nuestros límites, enfrentarnos a nuestros temores y desplegar nuestro amor en su totalidad. Ser madre o padre implica una revolución interior de la que salir fortalecido o agotado, dependiendo de cómo lo afrontemos.

Ambos adultos han de reducir su ego para que la crianza pueda darse. Los dos deben dar en lugar de recibir y tener la flexibilidad suficiente para comprender que en ese momento de sus vidas les toca ofrecerse en su totalidad y dar amor incodicionalmente. 

A menudo me encuentro en la consulta con parejas que, con la llegada del primer hijo, se desestabilizan, como si las pequeñas fisuras que existían en su relación se abrieran en grandes grietas. Sin embargo, si las parejas están preparadas o se asesoran para ello, la llegada de un hijo puede ser el mejor momento para un crecimiento personal pues nos reencontramos con los aspectos menos deseados de nuestra mente. La tarea de ser padres o madres implica encontrar nuestras carencias infantiles, nuestros miedos y limitaciones, iluminar el material del que estaba construida nuestra relación de pareja. Modificar, crecer, improvisar, cambiar, asumir, integrar o aceptar son aspectos básicos y necesarios que debemos activar en un momento vital como la crianza de un hijo. Traer luz a las dependencias y necesidades que existen en la pareja y mejorarlas con el nacimiento de un hijo es una oportunidad única para que la unión crezca de forma que, en vez de dos mitades, podamos sentirnos dos seres humanos completos, íntegros y libres. Ahora bien, no busquemos un hijo como punto de unión con nuestra pareja, puesto que solo desde la libertad, respeto y flexibilidad hacia el otro podrá darse una crianza sana y el crecimiento de una familia adaptada y feliz.
A veces, cuando aparecen fisuras, una terapia de pareja o de crecimiento personal para reforzar los cimientos y hacer sólida la relación puede prevenir las grietas que se abren cuando nace un nuevo ser. Cuando de dos pasamos a ser tres ese crecimiento debe estar sobre unos firmes pilares pues esa personita conformará su personalidad en base a la solidez de su padre y su madre, como seres individuales plenos y como pareja completa. De los padres aprendemos todo y de su amor nos haremos, por ejemplo, personas seguras o inseguras.
Yo misma me encuentro en un momento de crecimiento personal, pues he sido madre; y pienso que no hay mejor legado que regalarle un amor incondicional; para ello recojo cada día de su padre y de mis seres queridos todo el amor con que me sostienen. Quiero dedicarles precisamente a ellos, pareja, madre y abuelos este articulo, por sostener el mejor proyecto de mi vida, ser madre.

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