martes, 10 de junio de 2014

La terapia, mejor si es en familia

Los seres humanos somos seres relacionales, es decir, solo podemos ser entendidos en relación con los demás. Por eso, en ocasiones, cuando una persona sufre un problema está relacionado con su interacción con otros miembros de su grupo social; el primer grupo social que establecemos y el más importante es la familia.
Todos sabemos lo que es una familia pero la mayoría desconocemos lo complicado de su funcionamiento y las reglas que éstas mantienen. Una familia funciona como un sistema, por lo que un solo miembro de la misma no podrá cambiar la dinámica familiar en caso de ser ésto necesario; se requerirá entonces la figura de un especialista en la materia, ajeno al sistema. Además, será necesario que los miembros de la familia estén dispuestos a participar de esos cambios.

Normalmente llegan a mi consulta madres y padres preocupados por el comportamiento de sus hijos. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones el problema no está en la persona que acude como paciente, sino en el funcionamiento conjunto y las reglas de esa familia, que acaban produciendo que alguno de los miembros desarrolle lo que llamamos síntomas, que otros miembros de la familia confunden con comportamientos extraños o inadecuados.
Casos como "mi hijo hace lo que le da la gana", "mi marido no me hace caso y hace su vida", "mi hija no se centra en los estudios", "tiene problemas con todo el mundo", "resulta que se junta con gente que no le conviene", son muchos de los síntomas que se pueden desarrollar en una persona que forma parte del sistema familiar que no funciona de forma adecuada, desarrollándose así esa "conducta alterada".
La función del psicólogo especialista en terapia familiar no es otra que la de facilitar que los miembros de ese sistema se comuniquen entre ellos de una forma sana para desarrollar realciones coherentes.
Por otro lado, todas las familias entran a lo largo de su vida en varias crisis. Las crisis suponen un cambio y, como cualquier modificación, un período de inestabilidad. En ellas podemos ver un peligro o una oportunidad de mejora y evolución. En las crisis familiares las relaciones entre sus miembros pueden mejorar o empeorar; lo que harán, inevitablemente, es cambiar y dependiendo de cómo esa familia afronte la crisis y las ayudas que tenga lo hará para mejora o empeoramiento de ese sistema familiar.
Podemos entender las crisis también desde el punto de vista de que lo que siempre había funcionado en una familia se queda anticuado y ya no sirve y lo nuevo aún no ha llegado y es desconocido, por lo que nos da miedo.
El psicólogo, cuando acude una persona con un problema determinado, no trata de curar un síntoma, pues lo que provocó dicho síntoma, desde el punto de vista del sistema familiar, es un funcionamiento insano. No se trata de culpar a nadie, ni siquiera al funcionamiento de la familia, sino de intentar que el sistema se equilibre y de observar desde fuera al sistema para dar una nueva perspectiva de cambio y mejora a fin de que todos los miembros de esa familia se impliquen en ese reajuste y cambio hacia un equilibrio. No cabe duda de que cada familia y cada miembro de la misma lo hace lo mejor que sabe y tiene sus propias reglas, pero las inevitables crisis y etapas que todas las familias atraviesan hacen que las reglas deban ir renovándose y cambiando. En ocasiones, para poder ayudar un psicólogo a una persona, debe contar con la ayuda de su familia y averiguar qué factores de las interacciones familiares le están ayudando o perjudicando. Así, una de las formas de intervenir en psicología es la terapia familiar.
A veces, el terapeuta decidirá contar con la colaboración de algunos miembros de la familia o con todos ellos y les reunirá en consulta. Otras, les citará de manera individual, pero siempre tendrá presente las relaciones que el paciente establece con su entorno familiar y trabajará sobre ello.
En todo caso, en Terapia Familiar el proceso terapéutico es similar (en sus etapas e intervenciones) al de la Terapia Individual, con la diferencia de que se trabaja con la familia y las relaciones que el paciente establece en ella.
Las familias, aunque tengan dificultades, tienen un potencial muy grande para cambiar y funcionar mejor. La terapia familiar trata de usar ese potencial para favorecer los cambios, intentando ayudar a buscar una forma alternativa para solucionar los problemas que produzca menos dolor, angustia o frustración en la persona o personas afectadas. La finalidad es mejorar la comunicación entre los miembros trabajando con todos a la vez. De esta manera, la posibilidad de cambiar la situación es mucho mayor. Uno de los inconvenientes en este tipo de terapia es su larga duración, ya que los tratamientos que buscan modificar dinámicas que llevan años de evolución no se pueden hacer a corto plazo, atendiendo a que la disfunción familiar se produce a lo largo de años, por lo que, como mínimo, se necesitan varios meses o años, dependiendo del tipo de problema. Sin embargo está comprobado que las personas que hacen terapia familiar durante un tiempo prudencial se benefician notoriamente. 
Si vemos que un problema que hemos intentado solucionar en repetidas ocasiones y nos genera sufrimiento en nuestra convivencia familiar no tiene solución, muchas veces, el realizar una terapia familiar con un especialista puede ayudarnos a encontrar otras soluciones que alivien un malestar de muchos años de evolución y hacer cambiar situaciones que parecía imposible que mejorasen. Ahora bien, un último consejo: en caso de escoger este tipo de terapia o sernos ésta aconsejada por parte de un profesional, es importante recurrir a un psicólogo que esté especializado en terapia familiar.  

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