martes, 2 de diciembre de 2008

Comunicación asertiva verbal y no verbal

La asertividad es una estrategia efectiva de comunicación. Es una conducta equilibrada, intermedia y madura entre dos conductas extremas, como son la agresividad ( sobrevaloración de las opiniones y sentimientos personales) y la sumisión ( infravaloración de las propias opiniones y sentimientos). Las personas que se comunican de manera asertiva son capaces de expresar sus pensamientos y deseos sin agredir o someterse a la voluntad de otros.
La asertividad debe reflejarse no solo en el lenguaje hablado, sino también en el no verbal, como la postura corporal, los gestos, las expresiones faciales o la tonalidad y modulación de la voz. Es más frecuente encontrar personas asertivas en la comunicación verbal, pero a su vez incongruentes con la comunicación no verbal, en cuyo caso no resultan asertivas y pueden provocar en los demás reacciones tanto o más desagradables que las provocadas por insultos, agresiones verbales o descalificaciones. Algunos ejemplos de este tipo de comunicación no verbal pueden ser gestos como: ironías sarcásticas, caras forzadas de extrañeza, “dar la razón como a los locos” o mirar hacia el suelo con “medias sonrisas”…
Es mucho más fácil aprender a ser asertivos verbalmente, pues existen técnicas que podemos ensayar, como la asertividad positiva, la aserción negativa, la asertividad empática, etc. Sin embargo, el aprendizaje en asertividad no verbal depende de una serie de factores de más difícil entrenamiento. De todas maneras, la mayor parte de nuestra comunicación es no verbal y, cuando dicha comunicación se contradice con la verbal, influye en nosotros mucho más que ésta última. Es por esto que, la mezcla entre la comunicación verbal “asertiva” y la no verbal “no asertiva” produce un resultado recargado de cinismo e incongruencias que producen en las personas a las que va dirigida dicha comunicación un profundo malestar, pues nos provoca impotencia, en casos como alguien que nos dice que “tenemos razón” pero a su vez nos quedamos con una sensación “extraña”, pensando que nos da la razón con el único objetivo de no debatir un tema a pesar de opinar algo completamente distinto a lo que nosotros pensamos. Este estilo de comunicación crea mucho malestar, pudiendo provocar en nosotros reacciones de frustración, al no poder debatir un tema, pues a través de la comunicación no verbal el debate no existe, y este malestar puede ser provocado por una “interpretación propia” de los gestos, las miradas, el tono de voz o los movimientos corporales de los demás, quienes, a su vez, pueden negarnos irónicamente nuestras interpretaciones. Dialogar con alguien que nos dice “no me gusta tu comportamiento” puede resultar difícil pero podemos llegar a un entendimiento; sin embargo, con alguien que desaprueba nuestro comportamiento con una mirada, es más difícil, pues verbalmente puede respondernos “yo no te dije nada…”.
La comunicación verbal y la no verbal deben ser congruentes entre sí. Deben ser dos componentes que se complementen en una sincera comunicación a la hora de expresar cualquier tipo de sentimiento, ya sea positivo o negativo, de aprobación o desaprobación sobre algún hecho. Solamente así, con un equilibrio entre estos dos factores conseguiremos una comunicación más sincera y eficaz.

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