domingo, 23 de marzo de 2008

Aceptar pérdidas y saber expresarlo

En la vida de las personas, un constante camino de empezar y terminar, de nacer y morir, o también “renacer”, se producen ganancias y pérdidas, algunas importantes.Desde que nacemos las personas recibimos una educación enfocada a aprender a ganarse la vida, a obtener lo esperado para así tener una vida “feliz”. Sin embargo, nadie nos enseña a saber aceptar las pérdidas, ni a que dichas pérdidas no provoquen en nosotros un intenso sentimiento de frustración. Del mismo modo, el expresar las emociones de tristeza ante una pérdida es algo que nadie nos enseña y que a la mayoría de nosotros nos cuesta exteriorizar. Vivimos en una sociedad del”placer” en la que constantemente nos marcamos objetivos, cada vez más altos. La búsqueda constante de la felicidad y algunos estereotipos de ésta, tales como ser alegre y fuerte, pensar que no es adecuado llorar en público, o que un hombre llore, o que alguien eleve el tono de voz en una ocasión en la que siente la necesidad de dotar de más intensidad a lo que expresa, son algunas de las normas que, sin pensar nosotros mismos y la sociedad que nos envuelve, nos autoimponemos.
Desde la niñez, con la mejor intención, nuestros padres, cuando lloramos nos dicen frases como:” ya está, no es nada, no llores más”. Impedimos ya desde entonces que se expresen los sentimientos de dolor. Continuamos así durante la adolescencia:” mejor que no sepa lo que siento hasta que yo sepa lo que siente ella”, por miedo al rechazo de alguien que nos gusta, por ejemplo. Finalmente, cuando somos adultos hemos aprendido a creer que esconder la tristeza es un signo de fuerza; sin embargo, el ser fuerte y parecer alegre no hace que se supere el dolor, ni mucho menos que disminuya la frustración. Como al sentir dolor muchas veces no sabemos qué hacer con él y solo hemos aprendido a esconderlo, algunas personas intentan aliviarlo con medicamentos, otras con drogas, o algunas, simplemente aislándose del resto.Para muchos procesos naturales, como la muerte de un ser querido, el abandono de una pareja o el despido de un trabajo, las personas buscamos soluciones milagrosas, rápidas, que eliminen el sufrimiento, cuando en realidad es una parte más de nuestras vidas y algo que debemos sentir y afrontar de una forma lo más natural posible. Es paradójico que en los países en los que las personas pasan hambre y están en contacto diario con el sufrimiento humano, el índice de depresiones en casi inexistente, mientras que en nuestro país aumenta de forma alarmante a medida que la sociedad se convierte en lo que queremos llamar “la sociedad del bienestar”. Hay pues algo en dicha paradoja que nos invita a la reflexión y a pensar que existen formas más naturales de expresar los sentimientos de tristeza o de aprender a controlar o contrarrestar la frustración, sin la necesidad de recurrir, en casos innecesarios, a los avances de los fármacos para solventar así situaciones en las que, aún siendo útiles para ciertas enfermedades, no son la vía para solucionar nuestros problemas ni hacer desaparecer el dolor ante un proceso tan “humano” como puede ser la muerte de un familiar o el abandono de una pareja.Cuando en la vida se nos presentan situaciones de pérdida, como la muerte de un ser querido, muchos no hemos aprendido a llorar esa pérdida, a expresar nuestros sentimientos de dolor ante la nueva situación. Los mensajes continúan siendo:”Sé fuerte, el tiempo lo cura todo..., se pasará”. Pero ser fuerte no es lo que hace superar el dolor y, a veces, nos encontramos en un camino sin salida. Para superar la pérdida es necesario abordar el proceso de duelo, de forma natural y pasando por todas sus fases y en el que es necesario aprender, primeramente a aceptar la pérdida, igual que sabemos, o no nos cuesta tanto, aceptar una ganancia.
En situaciones de pérdidas difíciles un acompañamiento terapéutico en un espacio de confianza ayuda a contactar con el dolor y en ocasiones facilita la comunicación y la expresión de sentimientos y emociones.

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